Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo:

hay tiempo de nacer y tiempo para morir.

miércoles, 2 de junio de 2010

Ayuda en el Duelo

Ante la pérdida de un ser amado, lo que más necesitamos y lo último que alcanzamos es la resignación. No es aprender a vivir con el dolor, es comprender y aceptar la pérdida; se requiere más que el paso del tiempo, una reestructuración.

Hay cuatro aspectos principales en los que podemos intervenir para ayudar al doliente a superar este proceso. Es preciso recalcar que la resolución del duelo no está en función de los demás, sino de la misma persona, pero el apoyo que se recibe ayuda a no sentirse solo y hace menos pesada la carga.

Ø Aceptación de la pérdida

Es lo más difícil de lograr, pero hay que tomar en cuenta que la muerte más que el fin de una vida, implica el cambio de muchas más; la partida del ser amado es sólo un paso más para quienes se quedan. Es de gran ayuda hablar del deceso, por lo que es preciso que el doliente relate cómo ocurrió y la manera en que conoció la noticia, esto permite que se familiarice con la idea, no implica atormentarlo sino hacerlo rememorar para que calme su sentir paulatinamente. Debemos propiciar que participe en los ritos funerarios para despedirse del difunto, el no poder o no querer hacerlo lleva a futuros arrepentimientos y culpas; la búsqueda de la espiritualidad (independientemente de la religión que se profese) puede ser buen consuelo, para ello, se necesita hacer reflexionar al doliente valorando que lo que ocurrió no se debe a la bondad o maldad de las personas, sino que forma parte de un proceso, no se recomienda que se realice durante los ritos pues el tornado de emociones presentes no permiten que la persona piense mesuradamente, debe llevarse a cabo una vez que la persona haya “vuelto” a sus actividades cotidianas. Hay que expresar el apoyo a la persona, y más que dar palabras alentadoras, se debe abrazar y dejar que se desahogue libremente.

Ø Desahogo

Parte de la aceptación es el desahogo, y para ello el doliente tiene que expresar verbalmente o a través del llanto su sentir. Inhibir cualquier sentimiento prolonga el proceso. Hay que romper con la idea de “hacerse el fuerte” para que quienes nos rodean no encuentren en nosotros un motivo de preocupación o fastidio; ese es el momento de la despedida y de expresar todo lo que se siente, sin importar de qué emoción se trate: tristeza, culpa, miedo, impotencia, enojo, etc. Si el doliente no se quiere expresar abiertamente, debe acompañarse a algún lugar privado y mantener siempre contacto con él/ella, mediante un abrazo o colocando una mano en su hombro. Hay que cuidar la euforia durante la manifestación de sus emociones, no permitir que se pueda dañar golpeando o arrojando objetos, ante esto se sugiere tranquilizarlo(a) a través del contacto ya señalado y preguntando por su sentir, hacerlo pensar calmará sus emociones (mas no las desaparecerá).

Ø Reincorporación a las actividades cotidianas

Es conveniente mostrarse cerca y al pendiente de la persona en duelo, ya sea marcando por teléfono, visitándolo, o realizando actividades juntos. Particularmente la selección de objetos del fallecido que se desechará, se recomienda durante los primeros días después del deceso, pues prolongarlo dificulta más hacerlo. Que la persona no realice las tres comidas necesarias al día es normal, pues el estado de ánimo no siempre permite hacerlo, pero aún así debe insistirse e involucrarse en su alimentación, algo que podría ser de ayuda es realizar el aseo de la casa, prendas y/o trastes para que la persona se distraiga y genere algo de cansancio que le permita sentir apetito. Si la persona trabaja o estudia, debe animársele a que realice sus actividades respectivas, a pesar de la falta de concentración tiene que haber un esfuerzo por retomar poco a poco el estilo de vida.

Ø Interés por la vida

Debe plantearse a la persona la recuperación de sus proyectos de vida, sus intereses y metas, así como mencionarle las personas que aún están con vida y se preocupan por él/ella. Consolidar un diálogo al respecto después de la primera semana del deceso es lo más conveniente.

Hay que tener presente que durante las primeras tres semanas, no es favorable forzar a la persona en duelo a distraerse mediante fiestas, o actividades que requieren la expresión de felicidad excesiva de quienes están en el entorno, pues más que motivarlo a alegrarse podría ocasionarle sentimientos de culpa o pensamientos de incapacidad de lograr la superación de su sentir.

Todo lo anterior está encaminado a ayudar al doliente en la aceptación de la despedida como algo definitivo; no hay que presionar en el olvido pues nunca se olvida una pérdida, se reaprende a vivir en base a ella y censurar cualquier manifestación de sentimientos al respecto es lo menos conveniente para la persona.

Ante todo hay que buscar la cercanía de quienes quedan con vida, tomando la muerte como un llamado de atención para valorar aún más lo que se tiene; pensar y sentir a quienes amamos nos motiva más a superar nuestros malestares y a alcanzar nuestras metas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenísimo post. Sencillo y de gran ayuda. No estaba preparada para la muerte de mi padre, aunque estaba gravísimamente enfermo. Lo he negado durante sus días de agonía. Fue una agonía serena y estaba convencida de que la vencería y que pronto me lo traería a casa. Ahora, tan sólo tres días después del suceso, empiezo a comprender el espanto que habría sido para él enfrentarse a la pobre y corta vida que le esperaba. Leyendo estos artículos vuestros veo que lo estoy haciendo bien conmigo y con mis hijos, y los releeré tantas veces me haga falta, para conseguir dejarle marchar serenamente y quedar en paz. Gracias