Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo:

hay tiempo de nacer y tiempo para morir.

martes, 1 de junio de 2010

El suicidio

El suicidio es el acto de quitarse la propia vida y ocurre con mayor frecuencia en el período de la adolescencia y durante la vejez, lo común en estos dos momentos del ciclo de vida, es que se descubre o redescubre la soledad y la limitación de las capacidades que se tienen. El adolescente está forjando su personalidad y un cambio brusco en el estado de ánimo o el contexto familiar o social puede romper la formación de su carácter y ver en el suicidio una salida fácil ante alguna situación.

En la vejez, la soledad reaparece como consecuencia de la muerte de seres queridos y la perdida de relaciones familiares, laborales y sociales. Todo lo anterior unido a las limitaciones propias de la edad sitúa a la persona mayor en situaciones de fragilidad, que en ocasiones terminan en la desesperación y en la conducta suicida.

La conducta suicida también aparece en otros momentos de la vida y siempre se presentan síntomas (cansancio, hastió, pesimismo, astenia, ansiedad, etc…) o signos (una casa oscura, persianas bajas, aspecto desalineado, desinterés por las cosas o personas, descuido en los horarios de sueño, desorden en la alimentación, etc…). Familiares, amigos, todos los que rodeamos a esa persona que empieza a resbalar por una pendiente demasiado peligrosa,

Después de que ocurre el suicidio se presentan más preguntas que respuestas, especialmente para el sobreviviente que trata de comprender el misterio de un suicidio pues este es complicado y atemorizante. Probablemente, quien no haya intentado seriamente el suicidarse no pueda entender por qué alguien opta por quitarse la vida, pero existen algunos patrones comunes.

Cuando parece que falta, se ha destruido o es inalcanzable lo más importante en la vida de uno, prevalece la sensación de que no vale la pena seguir viviendo: ¿Qué caso tiene vivir cuando se encuentra más dolor que placer? En este acto intervienen sentimientos de impotencia y desampara, tal vez enojo dirigido hacia el interior. La depresión juega un papel importante en el suicidio. Muchos suicidios se cometen justo antes de que una persona salga de depresión o insatisfacción con algo crucial

Antes de tomar la decisión de quitarse la vida, la mayoría de las personas atraviesan una crisis en la solución de sus problemas. Durante este proceso, y al continuar evadiendo las soluciones, se presenta un aumento en la tensión y la confusión. Los sentimientos de desorganizaciones para el futuro, conducen a niveles más altos de frustración y confusión. El fracaso para resolver la tensión con los recursos disponibles conduce a la impotencia a la desesperanza.

Cuando el problema continúa, la persona puede ver a la muerte como la única salida para su dilema y si persisten los sentimientos de aislamiento y carencia de valor, sin esperanza visible, o sin que se perciban señales de que las cosas mejoran, el resultado más factible será el suicidio. “Nadie me comprende, nadie me ama, nadie me querrá, ni nadie se interesa por mí, porque no lo merezco.”

La ambivalencia caracteriza los pensamientos de las personas que contemplan el suicidio. Al mismo tiempo desean vivir y morir, escaparse de su actual tristeza y dolor, y algunas veces, castigar a los que consideran culpables de sus males. Esta mezcla de motivaciones es evidente en las notas de los suicidas, mismas que expresan por lo general, amor y odio, enojo y remordimiento, temor y desesperanza.

La muerte de un suicida puede tener un poder increíble sobre las vidas de los sobrevivientes (familia, parientes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, jefe y muchos otros) anonadados y llenos de culpabilidad, experimentan dolor, confusión y algunas veces culpabilidad por la muerte, no encuentran un porqué y los pésames pueden no ser de ayuda como sucede con otros tipos de muerte.

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